FRATERNIDAD –
14/07/2025
Nada de grande,
nada de saludable, nada de durable se construye en materia de cultura y civilización
sin tomar en cuenta una justa medida de libertad, de igualdad y de fraternidad.
Sin embargo,
los mayores crímenes de los siglos recientes fueron cometidos precisamente en
nombre de una libertad sin frenos, de una igualdad absoluta y de una
fraternidad sin discernimiento. Para demostrarlo no es necesario remontarse
hasta la Revolución Francesa, basta considerar al hijo furibundo que ésta dio a
luz, el comunismo.
El comunismo
cubre la tierra de violencia. Los ejecutores inmediatos de su acción violenta
la mayor parte de las veces nada entienden de las tan nebulosas elucubraciones
filosóficas y económicas de Marx. Les mueve en general un raciocinio primario,
que podríamos resumir así: todos los hombres son hermanos, cada uno debe desear
para sus hermanos todo lo bueno que tiene para sí mismo, luego, la igualdad
completa es la consecuencia forzosa de la fraternidad auténtica y toda
desigualdad es pues una injusticia, de manera que, el hermano víctima de esa
injusticia, tiene el derecho de pedir y aún de imponer la igualdad en nombre de
la fraternidad. Es la última consecuencia de la fraternidad.
¿Pero la
verdadera fraternidad es fruto de una igualdad completa o más bien de una
igualdad fundamental moderada por una escala de valores diversificados y
jerarquizados?
Una frase de
Maurois respecto a un grupo de amigos decía “como todos los verdaderos amigos, se parecían poco”. La amistad tiene mucha relación con el amor fraterno.
Este, como aquélla, se paraliza y muere en la monotonía irrespirable de la
igualdad total. Por el contrario, vive, palpita y fructifica en un clima de
desigualdades proporcionadas y armónicas. Con esto se derriba la identificación
comunista entre igualdad total y fraternidad perfecta. Y la fraternidad, en
lugar de conducir a la lucha de clases y a matanzas, produce una armonía y
cooperación constructiva.
León XIII decía
en 1903: el remedio para esos males no será jamás la igualdad subversiva del
orden social sino esta fraternidad que, sin perjudicar en nada la dignidad de
la posición social, une los corazones de todos con los mismos lazos del amor
cristiano. Y Pío XII en 1953 añadía: los hermanos no nacen ni permanecen todos
iguales, unos son fuertes, otros débiles, unos inteligentes, otros incapaces.
Es pues inevitable una cierta desigualdad material, intelectual y moral en una
misma familia. Pretender la igualdad absoluta de todos sería lo mismo que
pretender dar idénticas funciones a miembros diversos del mismo organismo.