
CARIDAD – 21/05/2022
Existe una
tendencia a mostrar la caridad casi exclusivamente como si fuera la virtud por
la cual se busca sólo aliviar los sufrimientos del cuerpo, pero la primera
caridad, la caridad verdadera y exenta del lodo de los afectos humanos, es la
que se eleva directamente a Dios. Y el amor de Dios bien entendido no se limita
a una adoración inerte y exclusiva, sino que se refleja sobre los hombres,
criaturas del propio Dios. El verdadero amor al prójimo sólo se encuentra en
las criaturas que tienen verdadero amor a Dios.
El cristianismo
muestra el inmenso deseo que tuvo Dios Nuestro Señor de salvar nuestras almas.
El verdadero amor al prójimo, por lo tanto, sólo puede ser entendido como un
reflejo del amor de Dios.
Los hombres son
animales racionales, dotados de un cuerpo material y mortal, y de un alma
inmaterial e inmortal. La importancia del alma, evidentemente, es mucho mayor
que la del cuerpo. Así, los males del alma, los pecados, las infelicidades de
todo tipo, constituyen para el individuo un peso mucho más doloroso y mucho más
terrible que todos los padecimientos físicos. Efectivamente, cuando muere el
cuerpo, desaparecen con él todas las enfermedades, pero el alma no muere y
pagará sus pecados eternamente.
No fue para
salvar cuerpos que el Redentor vino al mundo y que Dios se hizo inmolar en
expiación de los pecados de sus criaturas. No fue para salvar los cuerpos que
la Iglesia fue instituida, ni es para salvar cuerpos que los sacramentos
existen. Almas, almas y siempre almas, es lo que desea Jesús. Cuando curaba
cuerpos, fue constantemente con el fin principal de salvar almas.
Y, al
contrario, muchas veces envía grandes dolores físicos a algunas personas para
inducirlas a la penitencia por medio del sufrimiento. Esto significa que Él
permite que los cuerpos se enfermen para que las almas se salven.
Por
consiguiente, las verdaderas obras de caridad en la vida activa no son
únicamente aquellas que se destinan al alivio de los sufrimientos físicos,
sino, y de manera especial, a curar las almas.
En el fresco de
Giotto de la basílica de Asís, el famoso episodio de la vida de San Francisco
predicando incluso a las aves. Basado
en la "Leyenda mayor" sobre la vida del santo, cuenta que estando Francisco en
Bevagna predicó a muchos pájaros los cuales, exultantes, alargaban el cuello,
batían las alas, abrían los picos, le tocaban la túnica y todo esto lo veían
sus compañeros que le acompañaban en el camino.