SILENCIOSOS – 22/01/2022
Un gran
cansancio va apartando a un considerable sector de la vida política. En el
corazón de las sociedades contemporáneas, agitadas, ruidosas y caóticas, se va
formando una zona de desinterés. Una vasta zona que ya apartó de las urnas a
una importante masa de electores. Desinterés silencioso, que revela su fuerza
solamente por la omisión. ¿Cuál es la causa de este fenómeno? Digamos antes de
nada que no constituye un fenómeno de una u otra nación. Esta zona apareció a
la luz pública en las elecciones de los últimos años por una notable abstención
de los electores. Por eso, sería vano procurar una explicación local. Sólo una
causa universal podría engendrarlo. Auscultando ese silencio apático, como se
presenta en algunos países, y tomándolo como muestra del silencio universal, se
pueden alinear algunos factores explicativos. De entrada, un inmenso cansancio.
Continuamente el hombre recibe hoy novedades que lo deslumbran o lo asustan,
pero que en todo caso lo hacen vibrar. En todo momento, también, se le mete por
los oídos una música o un eslogan. Al respecto de cualquier cosa se enfrenta a
una estadística o a un cuestionario, que le revela la existencia de un problema
nuevo, sobre el cual se le pide que opine. A toda costa se le quiere obligar a
participar de todo. El hombre moderno es así solicitado para una vida colectiva
intensísima. La excesiva agitación produce en las profundidades de su alma una
sensación de inadaptación, de angustia y de vacío. Dócil, vibra con todas las
noticias, oye todas las músicas, ingiere todos los eslóganes, examina todas las
estadísticas y se preocupa con todos los problemas. Es que, antes de ser
materia prima para la propaganda, sociológica o política, el hombre es un ser
racional y libre, que lleva en sí un mundo interior. Este mundo interior, o lo
cultiva con amor y cuidado, o se transformada en una jungla interna, de la cual
saltan los más inesperados fantasmas. Privado por la excesiva participación de
su centro de gravedad interior y personal, el hombre entra en un desvarío. Para
defenderse, se desinteresa de todo. Entra en el silencio. Y se abstiene. Nadie
los percibe, nadie los entiende, nadie los representa. Sólo el bullicio tiene
ciudadanía. Puestos al margen, ellos se callan. Hay en los silenciosos una
inmensa perplejidad. La farándula de las ideologías enloquecidas, la danza
endiablada de las contradicciones estruendosas, del cinismo agresivo, de las
indumentarias delirantes, todo esto suscita en numerosas personas una pregunta
que, porque no es “moderna”, pocos se atreven a hacerla, pero que atormenta a
muchos: ¿dónde iremos a parar, y a qué cataclismos vamos siendo arrastrados? El
silencioso representa lo que queda de sentido común en nuestra sociedad. El
silencioso no está sólo cansado. Está perplejo. Perdido. No está al margen de
la vida, él representa lo que queda de sentido común en la humanidad. Es la
vida la que está al margen del sentido común. Este es el significado más
profundo del marcado avance del silencio en Occidente.