RATISBONNE – 20/01/2022
La
fisonomía de Alfonso Ratisbonne es de una persona que tomo una resolución firme.
El porte, el cuerpo, todo el conjunto es de un hombre posante, que enfrenta
cualquier dificultad. Hasta por la postura de las manos y de los brazos se
percibe un hombre de decisión fuerte.
No
aparenta ninguna introspección, está completamente puesto en el mundo exterior,
en la objetividad, en la verdad. Sin devaneos, pues entiende que la vida no
está hecha de ilusiones, tiene el garbo de un gigante en la presencia de Dios.
Estos aspectos revelan su grandeza de alma.
Este
sacerdote tiene algo de bíblico, Moisés podría ser así. Ver esta foto hace
bien, como la del también sacerdote Chárbel Makhlouf. Pero la fisonomía de Chárbel recuerda a la de un profeta, mientras que la de Ratisbonne se parece mucho a la
de un legislador.
Como
leyenda de esta fotografía se podría escribir: El varón a quien se le apareció
Nuestra Señora del Milagro en la Basílica Sant Andrea delle Fratte de Roma,
el 20 de enero de 1842.
De
esa aparición resultó su conversión instantánea de enemigo de la Iglesia
católica en su fervoroso apóstol, que impregnó su fisonomía con algo de
exorcizante. Mil murciélagos y mariposas de la duda, de la incerteza, de la
moleza, de la introspección y de la codicia huyen de su presencia.
Es
un verdadero católico, ni un poco tonto, pues sabe lo que desea. Comprende
totalmente la malicia de los revolucionarios y como debe ser el combate a los
malos.
Era
un hombre riquísimo, banquero y abogado, frecuentaba la mejor y más alta aristocracia. Su
conversión del judaísmo al catolicismo a los 27 años le sacó de ese ambiente para hacerse
sacerdote. Fundó la Congregación de Nuestra Señora de Sion para la conversión de los judíos. El amor que se tenía a sí mismo lo transfirió a Dios Nuestro Señor,
con todas sus potencialidades puestas enteramente al servicio del amor de Dios.